jueves, 13 de febrero de 2014

SOLO HAY QUE ESPERAR

El tambor del encendedor giró en un movimiento seco, y en ese milésimo instante, la piedra del tambor genero la chispa y al bajar la guía se liberó la entrada de oxigeno que hizo surgir la llama que luego encendió el cigarrillo de Magali. Ella, siempre que tenía una cita se ponía nerviosa y para relajarse tenía que prender un cigarrillo, exactamente veinte minutos antes de la hora de encuentro pactada con el galán de turno.
Veinte eran los minutos que separaban a Magali de la primavera; su madre le había contado que le faltaron veinte minutos para nacer en primavera, y desde ese instante, en una infancia muy remota, Magali comenzó a marcar sus pasos, y sus actos, con una lectura previa de veinte minutos.
Esa tarde, mientras ella disfrutaba su lucky strike, Matías viajaba en el 37, exactamente por avenida callao, faltaban cerca de veinte minutos para llegar a parque las Heras, y él se limitaba a escuchar música en su iPod y mirar por la ventana, le encantaba recostarse lo máximo posible y mirar hacia los picos de los edificios, amaba ese ángulo. Anthony kidies cantaba una suave melodía y Matías pensaba en ese encuentro, en el encuentro con Magali, él no la conocía, había visto unas fotos, pero sentía intriga hacia su persona, quizás la falta de datos sea a veces el motor de búsqueda de una mujer que no conocemos.
Se habían hablado por chat días atrás, y quedaron en encontrarse en el alto Palermo un jueves de febrero. Matías bajó del colectivo y comenzó a caminar por Coronel Díaz en dirección al shopping, Magali lo esperaba en la entrada de un Starbucks con un cigarrillo en su mano, esa tarde era perfecta, el sol se estaba escondiendo y por unos minutos la ciudad se teñía de naranja hasta que él se ocultara.
Se saludaron un  beso en la mejilla y como quien observa un objeto por primera vez, de reojo se miraban mientras caminaban en dirección al parque, entre un dialogo naif y formalidades buscaron un banco en el extenso verde. Matías la vio por primera vez, la estudio minuciosamente en silencio durante una milésima de segundo, copiando cada rasgo, cada facción de su rostro en su mente.
Ella era hermosa, tenía una mirada transparente, esa mirada de chica que los años la han vuelto un poco precavida, los tropiezos quizás, la volvieron desconfiada. Unos labios finos y delicados acompañaban las palabras que Matías escuchaba, él ya se había perdido en su boca.
Una suave brisa corría y hacia que las hojas de los arboles generan un sonido a lluvia, un perro ladraba a lo lejos y un niño tropezaba con su skate.
-         ¿Todavía sigues descreído del amor? Le pregunto Magali a Matías.
-         Algo así, creo que el amor se presenta cuando no debe, cuando uno cree no necesitarlo, se burla de uno y luego desaparece, te hace entrar y luego se va. Pero bueno si uno quiere ser un buen escritor, debe sufrir, debe ser su obra.
-         No seas tan pesimista, déjame creer que todavía hay algo más allá de los fracasos.
Él la miró unos segundos, y le dijo
-         Una vez mi abuelo me dijo que al amor hay que sentirlo, palparlo y preverlo, cosa que nunca pudo hacer el viejo, porque bien sufrido era.
-         Por?
-         Mi abuela le había roto el corazón una tarde de invierno cuando mi padre tenía 5 años. Ella nunca volvió.
-         Lo siento mucho.
Habían pasado las horas y las charlas y ella tenía que retirarse. Miro el reloj y con la mirada le dijo a él que la cita estaba llegando a su fin, Matías quería besarla, pero la tenía a una distancia no muy amigable para la situación, ella quería besarlo. Comenzó a decirle que el tenía que buscar su destino, encontrar que lo hacía feliz, y mientras ella hablaba, Matías le robo un beso, y comenzaron a besarse.
Después de varios minutos él tuvo que acompañarla a tomar su colectivo, la distancia empezaba a aparecer en su historia, la distancia siempre estaba presente en todos.
Se despidieron con un beso y Matías camino por las Heras en dirección al zoo. La ciudad estaba sumergida en la noche y las luces se adueñaban del paisaje, el viento formaba parte del paisaje, los tilos de la avenida aun despedían sus hojas, y el camión de la basura retiraba las ultimas bolsas; subió al colectivo esperando un mensaje de ella, pero se durmió a las dos cuadras.

Pasaron los días y el viajo a la costa con sus amigos, sus vacaciones estaban terminando, y en algunas noches frente al mar, cuando el viento se hacía presente en su rostro, recordaba ese beso. Quedaron en verse cuando el regresara, y así fue, una tarde, después de sus vacaciones, ella fue a buscarlo a la salida del trabajo, esa tarde la avenida 9 de julio estaba atestada de autos, y de nuevo la brisa del verano se hacía presente en su escenario, ella estaba hermosa, quizás más linda que antes, Matías la observo y luego la abrazo, sintió el impulso, extrañaba esa extraña. Se miraron a los ojos y comenzaron a caminar en dirección al rio, el cielo dibujaba formas con las nubes y el sol volvía a alejarse de la escena. Caminaron por corrientes sin un destino fijo, esa tarde no había apuro, el tiempo se había detenido, todavía quedaba mucho por delante, frente al luna park el volvió a mirarla a los ojos, se besaron y nadie de la gente que pasaba a su alrededor, se percataba de que en esa esquina, en ese instante, comenzaba una nueva historia…

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