jueves, 25 de septiembre de 2014

Memorias del futuro



La primera vez que vi a Laura fue en un recital, allá por el 2007. Yo era un rio de transpiración, el lugar era humedad y agua, la banda seguía tocando y yo decidí apartarme un poco del público para tomar aire, ella estaba ahí mirando mi remera y yo no me había percatado hasta que levante la mirada y vi sus ojos entre esos cabellos rizados, ella me hizo un gesto sobre mi remera y yo me acerque para hablarle, cruzamos palabras y en ese momento yo me di cuenta de que quería pasar toda la vida con esa chica. Unos minutos después apareció un flaco con una cabellera corta y apartándola de mi la beso, el mundo se desmoronaba en unos instantes, la banda había terminado el 8 tema y al sonar los primeros acordes del noveno tema su novio volvió al tumulto dejándola sola de nuevo, junte valor y me acerque por unos instantes y susurrándole al oído le dije que me pasara su fotolog.  
Al llegar a casa lo primero que hice fue prender la computadora y buscarla, la agregué y le escribí, pero su novio me agredió y ella amablemente me pidió que no le hablara más. Con el correr del tiempo logre olvidarla y continúe guardando aquella mirada y esos labios en las profundidades de mi interior. Habite millones de cuerpos, tropecé en calles que no volvería a pisar, recorrí kilómetros en busca de algo similar, una noche mientras viajaba en medio de la niebla en un coche con una mujer que había conocido semanas atrás y habíamos decidido recorrer Uruguay en auto, me acorde de Laura, ella siempre volvía, siempre aparecía en mi mente como aquellas asignaturas pendientes que reclaman ser concluidas. El auto atravesaba los grandes bancos de niebla y la carretera se asemejaba a una película de terror, pero sin embargo no teníamos miedo, ella hablaba de las cosas que iba a hacer cuando regresara y yo tan solo no podía dejar de pensar en que no quería regresar, había empezado a gustarme el camino, había comenzado a encontrarme.
Unos meses después la volví a cruzar y esta vez las casualidades fueron más benévolas, nos cruzamos en el subte y en ese instante, sin dudar y sin decir nada seguimos hasta catedral y nos bajamos, caminamos sin mirarnos, pero sintiéndonos, y nos tomamos de la mano y caminamos en dirección a La Manzana De Las Luces. Nos sentamos y con una mirada nos contamos todo, el tiempo se reflejaba en nuestros ojos y en ese edén nos besamos por unos instantes, seguimos hablando con nuestro cuerpo. Me aleje un instante para obsérvala y grabarme cada detalle de su rostro hasta poder dibujarlo con los ojos cerrados.
-¿Por qué tardaste tanto tiempo en volver a aparecer?
Le dije con un tono de anhelo, como esperando que eso que creía un sueño sea realidad, creo que ese fue mi gran problema, el de vivir soñando sin poder diferenciar lo real de los sueños y no poder disfrutar sin dudar del tiempo. Ella me miro y me dijo que vallásemos  a caminar. Salimos de La Manzana De Las Luces y caminamos por Perú en dirección a Retiro, llegamos a plaza San Martin y podíamos disfrutar de la ciudad como si fuéramos turistas, nos sentamos y ella me dijo que quería fumar, armamos un porro y lo fumamos lentamente con la ciudad y su total indiferencia de testigos. Ella no hablaba y solo me miraba, la noche se había asentado en la ciudad y el humo alimentaba el paisaje, la avenida santa fe serpenteaba la plaza y desde las alturas se veía tan hermosa con esas luces. Nos fumamos todo y por inercia nuestros cuerpos se llamaron y comenzamos a besarnos, sus labios tenían el sabor del deseo, era como comer la fruta más rica y tener un instante de eternidad en la boca, en su rostro se habían depositado unas gotas de rocío que había caído de los árboles, nos besamos durante una hora y todavía no se nos había acabado el sabor. Salimos a caminar y la ciudad se había distorsionado y veíamos todo desenfocado, compramos unos chocolates y mientas caminábamos por florida nos reíamos y tropezábamos en cada cordón que aparecía, cuando uno está bajo ese efecto todo se transforma en un paseo placentero en cual todo se desenfoca y lo único en que uno piensa es en disfrutar y dejarse llevar.  Doblamos en Rivadavia y después caminamos por la nueve de julio en dirección al obelisco, los autos pasaban indiferentes antes esos dos extraños que caminaban sin sentido.
Esa ciudad que me arropaba, sabia tanto de mí, tenía mis fracasos y mis triunfos, mis llantos y mis sonrisas, después de esa noche no volví a ver a Laura. Nos despedimos en la base del obelisco, ya se nos había pasado el mambo y se acercaba una tormenta, ella tomo su colectivo y nos despedimos con un beso prometiendo vernos de nuevo, pero ambos sabíamos que cuando amaneciera cada uno seguiría con su vida. Tome el 45 en dirección al sur y cuando el colectivo arranco,  el cielo se dejó caer todo de golpe y con esa lluvia yo sabía que la ciudad se lavaba de las historias como un borrador se limpia para luego volver a escribir una nueva historia.
Recordé sus ojos y su mirada, supe que el tiempo me jugaba malas pasadas, pero con los tropezones iba forjándome lentamente, cada caída dejaba algo, y mi corazón iba esquivando al amor y a sus fantasmas, la lluvia había cesado y estaba por llegar, baje del colectivo y una suave brisa de aire predominaba en las calles. Camine en dirección a mi casa y en el aire se podían sentir los aromas a azares, la primavera se estaba acercando, y yo como ella empezaba a renacer nuevamente, cerré los ojos y me detuve  a respirar profundamente un instante,  la lluvia había lavado el camino y yo me encontraba de nuevo en el con los pies dispuestos a caminar en el….